BARCELONA — El Barcelona salvó la papeleta, logró una victoria, agónica, y mantiene las distancias por detrás de ese explosivo líder llamado Girona y el Real Madrid. Ganó al Alavés remontándole en la segunda mitad el 0-1 inicial de los vascos. Pero futbolísticamente quedó otra vez muy lejos, mucho, de lo esperado.
A ratos discreto y a ratios calamitoso, casi nunca ordenado y mucho menos brillante, el Barça volvió a ser un saco de nervios, hasta el punto de pedir el final, defenderse como si no hubiera un mañana y quedar en el desemboque del partido a manos de un rival que buscó, sin suerte, el empate hasta que se acabó el partido.
La primera mitad, como en Anoeta, como en Hamburgo, como en Granada… Como en tantos otros partidos esta temporada, fue un homenaje al desastre. Sacó de centro el Barça… Y tardó 21 segundos el Alavés en marcar. Una auténtica calamidad. Robo de balón, pase a Javio López y centro rematado por el joven Samuel Omorodion, descubierto por muchos en Montjuïc creyendo ver en él a una mezcla de Weah y Lukaku.
Tal fue el protagonismo del joven delantero, nacido en Melilla y cedido por el Atlético al conjunto vasco, que Xavi debió, poco después de la media hora, cambiarle la marca y ponerle encima a Araújo, después de que le hiciera la vida imposible a Koundé.
Rozó el gol Omorodion a los 13 minutos y otra vez a los 30, siempre a la carrera, poderosa y dejando señalado al zaguero francés, que sufrió una auténtica pesadilla hasta que Xavi le libró de ella… De lo que no se libró el campeón fue de una empanada futbolística que le entregó a un juego entre mediocre y nefasto, frente al que respondía con solvencia el Alavés, tranquilo y seguro atrás, combinativo y peligroso hacia adelante.
Sivera le salvó un remate a Lewandowski en la primera mitad en la única aparición positiva del polaco, otra vez desconectado de sus compañeros. Otra vez apagado, protestón e intrascendente…
Entró con más ímpetu el Barça en la segunda mitad, más rápido en la circulación, más impetuoso e insistente. Pero futbolísticamente su juego siguió siendo lo visto en los últimos partidos. Con Cancelo jugando de lo que le apetece y el centro del campo sin saber conectar con el ataque, suerte tuvo Xavi de que el Alavés dio un paso atrás.
Y más suerte de que Koundé disimulase su desastrosa tarde con un centro magnífico al que respondió, por fin, Lewandowski. Rematador implacable, por fin conecto un remate estupendo después de tantos días para lograr el empate.
Acabó el polaco con su sequía de 384 minutos, respiró la grada y se alivió el equipo azulgrana… Al que volvió a sonreir la fortuna de un penalti, claro, sufrido por Ferran y que Lewandowski transformó para consumar la remontada.
Una remontada tan vital a la vista de la clasificación como insulsa en cuanto al juego. Una imagen que dice muy poco del campeón, agobiado en su propio estadio en un partido frente a un rival de segundo orden… Y que, como tantos otros le puso de los nervios.
Fuente: ESPN